Nadie que no haya corrido un maratón puede imaginar lo que ello implica. Por mucho que se explique, que se cuente, que se escriba…
Para mí, el maratón es un viaje maravilloso y duro, que dura semanas, y que termina súbitamente en el momento más intenso.
Nadie que no haya corrido un maratón puede imaginar todo lo que puede llegar a pasar por la cabeza del corredor. Pasan muchos pensamientos, pasan muchas cosas, y pasan muchas personas.
Pasan intensas emociones: nerviosismo, alegría, agotamiento, sufrimiento, dolor, angustia, satisfacción, felicidad…
Pasan recuerdos y pasan agradecimientos a los que están y te apoyan, y a los que no están, pero que te empujan a seguir desde donde están…y los sientes.
Porque en las horas y horas de entrenamiento se piensan muchas cosas, se renuncia a muchas cosas, se sacrifican muchas cosas. Y no sólo se sacrifica el corredor, también y muy especialmente su familia.
El día de la carrera, todos esos pensamientos vuelven a la cabeza, concentrados, agolpados, y todos reclaman la atención del corredor. Todos y cada uno de ellos sirven de aliento, te empujan y te demandan sacrificio. Y estás dispuesto a dárselo, porque los que te han apoyado merecen poder sentirse orgullosos de ti.
Qué menos que darlo todo por ellos.
Y cuando estás esforzándote al máximo, dando mucho más de lo que imaginaste que podías dar, cuando has puesto a prueba tu capacidad de sufrimiento y has ganado a tu cuerpo que se rebela contra ti, cuando la felicidad te invade, en ese momento cruzas la línea de meta y te das cuenta de lo importante que es lo que acabas de hacer, para ti y para los tuyos:
Has vivido con una pasión y con un sueño los últimos tres meses de tu vida. Y ya no puedes renunciar a esa manera de vivir. Una pasión, un sueño…lo necesitas. Te hace sentir vivo.
Eso es para mí el maratón.
Me he referido a “ellos”, a las personas que me ha apoyado, aconsejado, seguido…Pero si hay una persona que ha sufrido especialmente mis entrenamientos, que se ha sacrificado, que ocupa especialmente mis pensamientos y que me da fuerzas para continuar cuando el cuerpo me dice “abandona”, esa persona es Elena.
Muchas gracias.